domingo, 12 de febrero de 2012

The Merseybeats

En 1961, en Liverpool, Tony Crane (guitarra solista y voz) formó con Billy Kinsley (bajo y voz) un dúo inspirado en los Everly Brothers al que llamaron The Mavericks. Después de una temporada actuando por pubs de la ciudad, se les unieron David Elias (guitarra rítmica y voz) y Frank Sloane (batería) y cambiaron su nombre por el de The Pacifics hasta que en 1962 decidieron rebautizarse, primero como The Mersey Beats y después como The Merseybeats. Ese mismo año, Elias sería sustituido por Aaron Williams y Sloane, por John Banks.

The Merseybeats son ahora recordados como uno de los mejores cuartetos de la British Invasion, pero, sin embargo, no dieron con la fórmula del éxito que tuvieron otros compañeros de viaje, quizá por no poseer un sonido definitorio que les identificara de forma inequívoca —como ocurría con The Beatles o The Hollies, por ejemplo—, y quizá, también, por no contar con demasiadas composiciones propias en su repertorio. Lo que sí parece claro es que uno de los principales obstáculos en la ascensión de The Merseybeats fue el escaso reconocimiento del que gozaron en el mercado americano.

Banda habitual del legendario Cavern Club a principios de los 60, pueden celebrar haber compartido aquel escenario con The Beatles más que ningún otro grupo y, por otro lado, es muy probable que lamenten haber roto relaciones contractuales con Brian Epstein —con quien firmaron en 1963— por, al parecer, divergencias musicales, aunque hay quien afirma que las disputas tuvieron su origen en el hecho de que Epstein se negara a darles también a ellos los trajes tan estupendos que sí proporcionaba a los Beatles. Ciertamente, la elegancia en el vestir era algo que no se podía pasar por alto en una banda de la época y The Merseybeats hicieron gala durante su carrera de cuidar ese detalle; los trajes entallados y las Chelsea boots se convertirían en su atuendo habitual.

The Merseybeats y otros habitantes de las cavernas en 1963

Gracias al encargado del Cavern Club, consiguieron firmar en el 63 un contrato con Fontana Records. El sello publicaría ese mismo año su primer éxito, el single con los temas It's Love That Really Counts / Fortune Teller, nº 24 en las listas británicas. La primera canción es una magnífica versión del tema firmado por Bacharach/David; la segunda, de Allain Toussaint, es todo un clásico que grabaran desde Benny Spellman hasta The Rolling Stones, Tony Jackson, The Who o Strawberry Alarm Clock, entre otros muchos. Al año siguiente, The Merseybeats verían publicado su segundo single, I Think Of You / Mister Moonlight, que alcanzaría el nº 5 en U. K. y les haría ganar su primer disco de oro. Aún así, eran las caras B de ambos singles las que se ajustaban mejor al verdadero estilo de la banda, que prefería un sonido más cercano al R&B.

A pesar del éxito cosechado en el Reino Unido, ninguno de los singles publicados habían tenido la más mínima repercusión en USA. Para colmo, Billy Kinsley decidió abandonar y formar su propia banda, The Kinsleys. Le sustituiría John Gustafson, ex-Big Three, quien colaboraría en la composición de temas originales. Tras la publicación de un par de singles y EPs más con relativo impacto en las listas nacionales (Don't Turn Around / Really Mystified y Wishin' & Hopin' / Milkman llegaron al nº 13), en Fontana decidieron que había llegado el momento de producir un LP.
The Merseybeats: you can judge a group by listening to their covers

El único álbum original de The Merseybeats se publicó en 1964 y resulta una extraña mezcla de temas originales que van desde el pop-rock del Liverpool de principios de los 60 (Milkman, Really Mystified) hasta el sonido rockero a lo Bo Diddley (Funny Face), con una selección variada de versiones animosas, como Hello Young Lovers o He Will Break Your Heart, a medio tiempo, como Bring It On Home To Me, o lentas, como The Girl That I Marry. En esta reedición (pinchen en la fotografía de la carpeta o aquí) se recoge prácticamente todo el material grabado en estudio por The Merseybeats, incluyendo la magnífica I Stand Accused que también versionaría Elvis Costello en su álbum Get Happy!! (1980).

Tras la publicación del LP, Gustafson dejó la banda y Kinsley volvió a ocupar el puesto que abandonó. El grupo se disolvió a principios de 1966, pero ese mismo año Crane y Kinsley formarían The Merseys. Su gran éxito, Sorrow —versioneado por David Bowie en el LP de versiones Pin Ups (1973)—, alcanzó el nº 4 en U. K.

The Merseybeats - I Stand Accused (1965)

domingo, 5 de febrero de 2012

Tarik y la Fábrica de Colores - On The Radio (1998)



On The Radio. Cover Designer Wanted
Los noventa fueron los años en los que residí, trabajé y estudié en Londres, un periodo ardoroso de nuevas experiencias y sensaciones, de nuevas amistades. Disfruté mucho de aquella ciudad frenética, pionera del entertainment, invirtiendo todo mi tiempo libre, mi dinero y mis energías en ir a conciertos y musicales, al cine y a la ópera, visitar museos y bibliotecas, comprar discos, libros, cómics y tocar con bandas, sobre todo con The Shades, un combo de soul que habíamos formado entre varios amigos.

Pero aquel fue también un periodo musicalmente decepcionante para mí en lo que a la música británica se refiere. La industria nacional, para levantar cabeza —en mi opinión todavía no la ha levantado—, no paraba de inventar grupos, a cual peor. De aquella época me quedo con Super Furry Animals, Teenage Fun Club, algunas canciones de Blur, parte del catálogo de Acid Jazz Records —discográfica para la que, bajo la dirección de Eddie Piller, estuve trabajando durante una temporada— y poco más. Todavía en la primera década del siglo XXI, tanto las compañías discográficas como los medios británicos estaban demasiado obsesionados por revolucionar su music establishment, pero parece que lo único que se les ocurría era producir desesperadamente clones del fenómeno Strokes. Muy pronto nadie se acordará de The Libertines o de The Artic Monkeys, si es que alguien ya los echa en falta.

Por curiosidad, una noche fui a visitar el callejón donde Bowie se hizo la foto para la portada de Ziggy Stardust, en Heddon Street, W1, muy cerca de Regent Street. Desde una ventana llegaba a mis oídos If You Wanna Be My Lover, de Spice Girls, y casi lloré de pena. O de risa, no sé. Me pregunté qué había sido del desparpajo y la perspicacia de los que hizo gala la llamada Invasión Británica y que llevaron a aquellas bandas  a hacer su música sin complejos, compitiendo a gran nivel con lo que llegaba de USA e incluso inspirando a numerosos grupos de garaje del otro lado del Atlántico. Estados Unidos y Reino Unido se retroalimentaron durante la segunda mitad de los 60 para sentar las bases del rock tal como, en su esencia, se entiende aún en la actualidad. Luego vino toda la ola infame de rock progresivo, pero UK todavía sería referencia importante en el asunto, como ocurrió también con el hard rock. El glam rock surgiría con estrépito y hoy se recuerda con rubor, exceptuando las muestras de talento creativo e interpretativo de David Bowie o Brian Eno a mediados de los 70. Años después se interpretaría el punk de NY y Detroit hasta llegar a convertirlo en un fenómeno de tarjeta postal para turistas, pero bandas de indudable talento salieron de todo aquello, por supuesto. En los 80, con tantos aciertos como desaciertos, el sello y la personalidad británicos se abrieron paso alrededor del mundo con discográficas independientes, bandas y solistas de estilos muy diversos, iniciando una especie de segunda invasión británica que, si bien no gozaba del peso y la relevancia de fenómenos como Beatles, Stones, Kinks, Who, Animals, Dave Clark Five, Yardbirds, Manfred Mann, etc., sí consiguieron mantener la industria nacional en cotas de prestigio considerables. Los 90, sin embargo, significaron un batacazo para la música de las islas.

Heddon St., ayer y antes de ayer
Aquel desencanto me llevó a escribir y a tocar la música que me apetecía, sin prestar demasiada atención a las corrientes del momento y menos aún a las que se movían en España, desde donde apenas me llegaban noticias de la escena musical. Uno de los temas que escribí en aquella época fue On The Radio, que cuenta la ruptura de la relación entre dos personas por el éxito y el salto a la fama de una de ellas. La persona que narra la historia pone un día la radio y se sorprende al escuchar en una entrevista la voz de la otra, que le suena ajena y extraña. Aunque el esplendor y la gloria parecen rodear la vida del personaje entrevistado, quien escucha la radio intuye abatimiento y conflicto en su tono de voz.

South Thames College. Aquí empezó todo
La maqueta de On The Radio, junto con algunos temas más, la grabé en el 94, en el South Thames College, donde yo estudiaba por entonces. Hablé con el director del departamento de Música y Tecnología, quien me dio vía libre para que usara el estudio de grabación los sábados, cuando el centro estaba abierto pero no se impartían clases. Con una amabilidad y elegancia exquisitas, aquel hombre me expresó su entusiasmo ante el hecho de que, por primera vez, un estudiante solicitara usar las instalaciones en horas no lectivas para un proyecto personal. Recuerdo las sesiones con mucho cariño; los largos y vacíos pasillos eduardianos, el estudio de grabación, con esa mezcla tan británica de aparatos vetustos y modernos, los profesores, técnicos y personal del centro que acudían, curiosos, atraídos por el estrépito de los amplificadores… Aquella gente me hizo sentir que el proyecto en el que yo estaba involucrado tenía un valor importante, y eso no lo olvidaré nunca.

LGU, ahora llamada London Metropolitan University
Como tampoco olvidaré el interés que Gabi Núñez y Paloma García mostraron por lo que yo estaba haciendo cuando ellos estrenaban sello discográfico en Madrid, El Hombre Tranquilo. En cuanto su aventura empezó a rodar, se pusieron en contacto conmigo para estudiar la posibilidad de publicar un álbum de Tarik y la Fábrica de Colores. A pesar de acabar de recibir el golpe anímico que supuso la muerte de mi padre, trabajar en la música con el objetivo concreto de producir un nuevo disco me reforzaría en lo emocional. Me parece ahora increíble que la mayor parte de nuestras impresiones, de nuestros planes discográficos, se trataran por correo postal. Ciertamente, escribir y recibir cartas era aún en los 90 algo que pertenecía a la rutina diaria. Y no me pregunten de dónde sacaba tiempo para la actividad epistolar, porque ahora no me lo explico. En el 96 ya compaginaba mi trabajo en Acid Jazz Records con las clases en la London Guildhall University; de madrugada trabajaba en un hotel como portero de noche, ocupación que cambié después por la de vigilante nocturno en una empresa de materiales de construcción; los fines de semana pintaba cuadros y retratos por encargo para sacar un dinero extra, y también ensayaba con The Shades o tocábamos en alguna sala cuando surgía la ocasión. Con todo esto, todavía encontraba tiempo para verme con mis amigos y para seguir disfrutando de la oferta de ocio londinense. En clase, algunos días mi aspecto no lucía particularmente fresco, pero yo me repetía con frecuencia aquello de Ya descansarás cuando te mueras.

Los planes con El Hombre Tranquilo sobre la producción de un nuevo disco de Tarik y la Fábrica de Colores (ya habían pasado seis años desde la publicación del primer álbum) seguían avanzando. A las canciones que acompañaban a On The Radio en una maqueta añadí otras que grabé en casa con un radiocasete y algunas más de maquetas antiguas. Tras una selección más o menos coherente del repertorio, pusimos fecha a la grabación, que comenzaría en los ya desaparecidos estudios La Nave de Madrid en un gélido invierno del 97 y acabaría en los Matrix Studios de Londres con las sesiones de cuerda y metales. Con Richard Ley y Juanjo López —batería y guitarra en el álbum, respectivamente— compartiría muchas e impagables horas de conversación entre las sesiones de grabación. Antonio Arias vino desde Granada a grabar el bajo en Do You Wanna Marry Me?, On The Radio y I See A UFO, todo un detalle. Luis Lozano se encargaría de los pianos, órganos y sintetizadores; por cuestiones logísticas de peso, para grabar el Hammond con Leslie hubo que llevar parte del estudio a su casa en la sierra de Madrid, en medio de una nevada espectacular. Mi amigo Robin Buller, saxofonista en The Shades, reunió una orquesta de cuerda y metales para las sesiones en Londres; él mismo tocaría el clarinete. José Luis Rosillo se encargó del sonido en Madrid y Steve Cook hizo lo propio en Londres. De la portada no puedo más que decir que es lamentable, y siento no poder verter aquí toda mi ira contra el diseñador porque la diseñamos Gabi y yo una tarde serena, lo que hace aún más incomprensible el despropósito. Por utilizar una estupenda foto de Diego García cuyo formato no quisimos modificar, el resultado supera en fealdad a las letras con que el grafista remató la portada del primer álbum. Tampoco entenderé qué momento de debilidad espiritual me llevó a dejarme el pelo tan largo y a aparecer de esa guisa en la portada, aunque sí recuerdo que en la escena jazz y soul de Londres, donde solía moverme con asiduidad, era bastante común llevar el pelo largo por aquella época. Cuando llegué el primer día a Acid Jazz Records, me sorprendió que Edie Piller (y, como por mimetismo, muchos de los hombres que allí trabajaban) llevara el pelo casi hasta la mitad de la espalda. Claro que eso no justifica mi aspecto.

Cover Designer Wanted (dead or alive)
Si bien Gabi y yo ya nos conocíamos antes de que me marchara a Inglaterra, fue a partir de On The Radio cuando nuestra amistad se consolidó, con la fortuna añadida de forjar también la que me une con Paloma. Acabada mi andadura por Londres, establecido de nuevo en España, Gabi, Paloma y yo pasábamos tanto tiempo juntos que cuando alguien más me proponía algún compromiso social solía responderle jocosamente con eso de Lo tengo que consultar con mi pareja. La pareja a la que me refería era, obviamente, la que formaban Gabi y Paloma. Como la vida misma, sin embargo, esta amistad ha tenido sus momentos amargos, pero la discordia, una vez superada, no ha hecho sino fortalecer los vínculos.

On The Radio me permitió también vivir un buen número de aventuras y anécdotas con Paco Lamato, Manolo León, Tomás Ramos y Antonio P. Modelo, el grupo que me acompañó durante la gira y promoción del disco —incluido aquel delirante tour por tierras cubanas—. La banda sonaba tan sólida que nuestro concierto en el Espárrago Rock del 98 nos hizo ganar grandes elogios en los medios. Entre el público estaban Los Planetas, que también actuarían en aquella edición del festival, y ese fue el comienzo de otra gran amistad. Al fin y al cabo, la historia de un disco está vinculada a un sinfín de episodios que encierran alegrías y tristezas, amores y desamores, uniones y rupturas, encuentros y desencuentros, compañías y soledades.

La revista Rockdelux incluyó el álbum On The Radio en su lista de los mejores discos del 98. Al año siguiente, On The Radio, la canción, apareció en la misma publicación como una de las 100 mejores de la década.

Que la disfruten.

Tarik y la Fábrica de Colores - On The Radio