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On The Radio. Cover Designer Wanted |
Los noventa fueron los años en los que
residí, trabajé y estudié en Londres, un periodo ardoroso de nuevas
experiencias y sensaciones, de nuevas amistades. Disfruté mucho de aquella
ciudad frenética, pionera del
entertainment,
invirtiendo todo mi tiempo libre, mi dinero y mis energías en ir a conciertos y
musicales, al cine y a la ópera, visitar museos y bibliotecas, comprar discos,
libros, cómics y tocar con bandas, sobre todo con The Shades, un combo de
soul que habíamos formado entre varios amigos.
Pero aquel fue también un periodo musicalmente decepcionante para mí en lo que a la
música británica se refiere. La industria nacional, para levantar cabeza —en mi
opinión todavía no la ha levantado—, no paraba de inventar grupos, a cual
peor. De aquella época me quedo con Super Furry Animals, Teenage Fun Club,
algunas canciones de Blur, parte del catálogo de Acid Jazz Records
—discográfica para la que, bajo la dirección de Eddie Piller, estuve trabajando
durante una temporada— y poco más. Todavía en la primera década del siglo XXI,
tanto las compañías discográficas como los medios británicos estaban demasiado
obsesionados por revolucionar su music
establishment, pero parece que lo único que se les ocurría era producir
desesperadamente clones del fenómeno Strokes. Muy pronto nadie se acordará de
The Libertines o de The Artic Monkeys, si es que alguien ya los echa en falta.
Por curiosidad, una noche fui a visitar el callejón donde Bowie se hizo la foto
para la portada de Ziggy Stardust, en Heddon Street, W1, muy cerca de Regent
Street. Desde una ventana llegaba a mis oídos If You Wanna Be My Lover, de Spice Girls, y casi lloré de pena. O
de risa, no sé. Me pregunté qué había sido del desparpajo y la perspicacia de
los que hizo gala la llamada Invasión Británica y que llevaron a aquellas
bandas a hacer su música sin complejos, compitiendo a gran nivel con lo
que llegaba de USA e incluso inspirando a numerosos grupos de garaje del otro
lado del Atlántico. Estados Unidos y Reino Unido se retroalimentaron durante la
segunda mitad de los 60 para sentar las bases del rock tal como, en su esencia,
se entiende aún en la actualidad. Luego vino toda la ola infame de rock
progresivo, pero UK todavía sería referencia importante en el asunto, como
ocurrió también con el hard rock. El glam rock surgiría con estrépito y hoy
se recuerda con rubor, exceptuando las muestras de talento creativo e
interpretativo de David Bowie o Brian Eno a mediados de los 70. Años después se
interpretaría el punk de NY y Detroit hasta llegar a convertirlo en un fenómeno
de tarjeta postal para turistas, pero bandas de indudable talento salieron de
todo aquello, por supuesto. En los 80, con tantos aciertos como desaciertos, el
sello y la personalidad británicos se abrieron paso alrededor del mundo con
discográficas independientes, bandas y solistas de estilos muy diversos,
iniciando una especie de segunda invasión británica que, si bien no gozaba del
peso y la relevancia de fenómenos como Beatles, Stones, Kinks, Who, Animals,
Dave Clark Five, Yardbirds, Manfred Mann, etc., sí consiguieron mantener la
industria nacional en cotas de prestigio considerables. Los 90, sin embargo,
significaron un batacazo para la música de las islas.
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Heddon St., ayer y antes de ayer |
Aquel desencanto me llevó a escribir y a tocar la música que me apetecía, sin prestar
demasiada atención a las corrientes del momento y menos aún a las que se movían
en España, desde donde apenas me llegaban noticias de la escena musical. Uno de
los temas que escribí en aquella época fue
On The Radio, que cuenta la ruptura
de la relación entre dos personas por el éxito y el salto a la fama de una de
ellas. La persona que narra la historia pone un día la radio y se sorprende al
escuchar en una entrevista la voz de la otra, que le suena ajena y extraña.
Aunque el esplendor y la gloria parecen rodear la vida del personaje
entrevistado, quien escucha la radio intuye abatimiento y conflicto en su tono
de voz.
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South Thames College. Aquí empezó todo |
La maqueta de
On The Radio, junto con
algunos temas más, la grabé en el 94, en el South Thames College, donde yo
estudiaba por entonces. Hablé con el director del departamento de Música y
Tecnología, quien me dio vía libre para que usara el estudio de grabación los
sábados, cuando el centro estaba abierto pero no se impartían clases. Con una
amabilidad y elegancia exquisitas, aquel hombre me expresó su entusiasmo ante
el hecho de que, por primera vez, un estudiante solicitara usar las
instalaciones en horas no lectivas para un proyecto personal. Recuerdo las
sesiones con mucho cariño; los largos y vacíos pasillos eduardianos, el estudio
de grabación, con esa mezcla tan británica de aparatos vetustos y modernos, los
profesores, técnicos y personal del centro que acudían, curiosos, atraídos por
el estrépito de los amplificadores… Aquella gente me hizo sentir que el
proyecto en el que yo estaba involucrado tenía un valor importante, y eso no lo
olvidaré nunca.
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LGU, ahora llamada London Metropolitan University |
Como tampoco olvidaré el interés que Gabi Núñez y Paloma García mostraron por lo que
yo estaba haciendo cuando ellos estrenaban sello discográfico en Madrid, El
Hombre Tranquilo. En cuanto su aventura empezó a rodar, se pusieron en contacto
conmigo para estudiar la posibilidad de publicar un álbum de Tarik y la Fábrica
de Colores. A pesar de acabar de recibir el golpe anímico que supuso la muerte
de mi padre, trabajar en la música con el objetivo concreto de producir un
nuevo disco me reforzaría en lo emocional. Me parece ahora increíble que la
mayor parte de nuestras impresiones, de nuestros planes discográficos, se
trataran por correo postal. Ciertamente, escribir y recibir cartas era aún en
los 90 algo que pertenecía a la rutina diaria. Y no me pregunten de dónde
sacaba tiempo para la actividad epistolar, porque ahora no me lo explico. En
el 96 ya compaginaba mi trabajo en Acid Jazz Records con las clases en la
London Guildhall University; de madrugada trabajaba en un hotel como portero de
noche, ocupación que cambié después por la de vigilante nocturno en una empresa
de materiales de construcción; los fines de semana pintaba cuadros y retratos
por encargo para sacar un dinero extra, y también ensayaba con The Shades o
tocábamos en alguna sala cuando surgía la ocasión. Con todo esto, todavía
encontraba tiempo para verme con mis amigos y para seguir disfrutando de la
oferta de ocio londinense. En clase, algunos días mi aspecto no lucía
particularmente fresco, pero yo me repetía con frecuencia aquello de
Ya descansarás cuando te mueras.
Los planes con El Hombre Tranquilo sobre la producción de un nuevo disco de Tarik y
la Fábrica de Colores (ya habían pasado seis años desde la publicación del
primer álbum) seguían avanzando. A las canciones que acompañaban a On The Radio en una maqueta añadí otras
que grabé en casa con un radiocasete y algunas más de maquetas antiguas.
Tras una selección más o menos coherente del repertorio, pusimos fecha a la
grabación, que comenzaría en los ya desaparecidos estudios La Nave de Madrid en
un gélido invierno del 97 y acabaría en los Matrix Studios de Londres con las
sesiones de cuerda y metales. Con Richard Ley y Juanjo López —batería y
guitarra en el álbum, respectivamente— compartiría muchas e impagables horas de
conversación entre las sesiones de grabación. Antonio Arias vino desde Granada
a grabar el bajo en Do You Wanna Marry
Me?, On The Radio y I See A UFO, todo un detalle. Luis
Lozano se encargaría de los pianos, órganos y sintetizadores; por cuestiones logísticas de peso, para grabar el
Hammond con Leslie hubo que llevar parte del estudio a su casa en la sierra de
Madrid, en medio de una nevada espectacular. Mi amigo Robin Buller, saxofonista
en The Shades, reunió una orquesta de cuerda y metales para las sesiones en
Londres; él mismo tocaría el clarinete. José Luis Rosillo se encargó del sonido
en Madrid y Steve Cook hizo lo propio en Londres. De la portada no puedo más
que decir que es lamentable, y siento no poder verter aquí toda mi ira contra
el diseñador porque la diseñamos Gabi y yo una tarde serena, lo que hace aún
más incomprensible el despropósito. Por utilizar una estupenda foto de Diego
García cuyo formato no quisimos modificar, el resultado supera en fealdad a las
letras con que el grafista remató la portada del primer álbum. Tampoco
entenderé qué momento de debilidad espiritual me llevó a dejarme el pelo tan
largo y a aparecer de esa guisa en la portada, aunque sí recuerdo que en la
escena jazz y soul de Londres, donde solía moverme con asiduidad, era
bastante común llevar el pelo largo por aquella época. Cuando llegué el primer
día a Acid Jazz Records, me sorprendió que Edie Piller (y, como por mimetismo,
muchos de los hombres que allí trabajaban) llevara el pelo casi hasta la mitad
de la espalda. Claro que eso no justifica mi aspecto.
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Cover Designer Wanted (dead or alive) |
Si bien Gabi y yo ya nos conocíamos antes de que me marchara a Inglaterra, fue a partir
de
On The Radio cuando nuestra
amistad se consolidó, con la fortuna añadida de forjar también la que me une
con Paloma. Acabada mi andadura por Londres, establecido de nuevo en España,
Gabi, Paloma y yo pasábamos tanto tiempo juntos que cuando alguien más me
proponía algún compromiso social solía responderle jocosamente con eso de
Lo tengo que consultar con mi pareja. La
pareja a la que me refería era, obviamente, la que formaban Gabi y Paloma. Como la vida misma, sin embargo, esta amistad ha tenido sus momentos amargos, pero la discordia, una vez superada, no ha hecho sino fortalecer los vínculos.
On The Radio me permitió también vivir un buen número de
aventuras y anécdotas con Paco Lamato, Manolo León, Tomás Ramos y Antonio P.
Modelo, el grupo que me acompañó durante la gira y promoción del disco
—incluido aquel delirante tour por tierras cubanas—. La banda sonaba tan sólida
que nuestro concierto en el Espárrago Rock del 98 nos hizo ganar grandes
elogios en los medios. Entre el público estaban Los Planetas, que también
actuarían en aquella edición del festival, y ese fue el comienzo de otra gran
amistad. Al fin y al cabo, la historia de un disco está vinculada a un sinfín
de episodios que encierran alegrías y tristezas, amores y desamores, uniones y
rupturas, encuentros y desencuentros, compañías y soledades.
La revista Rockdelux incluyó el álbum On The
Radio en su lista de los mejores discos del 98. Al año siguiente, On The Radio, la canción, apareció en la
misma publicación como una de las 100 mejores de la década.
Que la disfruten.
Tarik y la Fábrica de Colores - On The Radio